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Crónicas

beatas incorruptas

Miss Wonderly me viene a buscar al curro. Mientras paseamos me cuenta que viene de una presentación cantada de cafés y le han regalado cuatro paquetes y una cafetera de las de qué_menos_que_monix.

En la esquina de Hortaleza y Mejía Lequerica -que es un nombre divertidísimo- paramos a hacer fotos del edificio de los cocodrilos. No son cocodrilos -dice Miss Wonderly-, son iguanas, aunque no son iguanas, son salamandras. Sean lo que sean, trepan por el edificio con oscuras intenciones.

El convento don Juan de Alarcón está en el límite mental entre Malasaña y Chueca. Llamamos a todos los timbres y puertas del convento y del colegio, por el lado de Valderde y por el de Puebla, hasta que una bedel nos dice que no sólo del espíritu se alimentan las hermanas mercedarias y que están comiendo. Dentro de una hora.

Beata Mariana la playa de madrid

Vamos a La chula (Valverde, 11), pero aún está cerrado. No problem. Miss Wonderly propone el de al lado, El cochifrito (Valverde, 9), porque, dice, tiene unas servilletas detallosas con un logo que es mitad oveja y mitad cerdo. Entramos y comprobamos que han abandonado la originalidad y tienen las típicas de GRACIAS Por sU visiTA. Pero nos ponen una tapa de cordero que aún me hace salivar.

Con tres cañas y tres riberas en nuestros respectivos cuerpos nos dirigimos a ver a la beata incorrupta.

beata mariana laplaya de madrid

Ahora sí. Entramos en la iglesia, que es de esas que, a causa de algún tipo de parapsicología dimensional, es más grande por dentro que por fuera.

Será para conservar a la beata, será para que no se duerman los fieles, pero a pesar de los caldos dentro hace un frío que pela.

Dejamos los bolsos en el banco-porque creemos firmemente que los fans de Mariana no roban- y nos acercamos al meollo.

La beata está expuesta en una caja de cristal rodeada por un lazo de raso blanco sellado con lacre, todo ello a su vez encajado en una caja de madera forrada de hilo con varias cerraduras. Esa caja -puntualiza Miss Wonderly- es el famoso ataud que regaló Isabel II, y que, en la medida en que un ataud pueda serlo, es muy mono.

Expuesta es mucho decir. Sólo se le ven las manos y los pies, los cuatro igual de apergaminados y oscuros. Eso sí, dan cosica. El resto del cuerpo está cubierto con una túnica. Es inusitadamente pequeño, no sabemos si por la deshidratación o por el paso del tiempo, el caso es que los cadáveres momificados se quedan muy bajitos.

Las mujeres- no hay ni un solo hombre-, la mayoría de ellas monjas, muy viejas o muy jóvenes, se acercan, se arrodillan tocando el lacre, rezan y se presignan.

MsWonderly intenta atisbar tras el velo las deformaciones de la cara para tener algo que poder contar, pero nada ve ni desde la izquierda ni desde la derecha. Disimula cobardemente sus movimientos tocando el lacre y mirando al suelo con cara de buena. La li lo.

Hablamos con una señora intentando que no nos huela el dragón de alcohol ni vea el morado de los labios, que es tanto como decir que hacemos como que es ciega. Miss Wonderly le pregunta ¿y el olor a manzana verde?  Huele mucho por la mañana cuando la movemos, si te quedas mucho tiempo puedes llegar a olerlo. (Sobre todo si estás en la barra de un bar frente a las botellas de chupito, debe de estar pensando). Miss Wonderly imagina entonces lo que debe ser ese traslado mañanero: las mujeres que colocan a la momia en el ataud y le arreglan la ropa como a una muñequita le recuerdan a esas películas de Chicho Ibañez Serrador…, la realidad supera al arte.

No haber podido ver más carne nos ha dado hambre. Miss Wonderly propone acercarnos al vecino San Onofre a comer un pastel. Optamos por un coulant de chocolate y otro de avellana, 3 € c/u. Hace falta algo más que el cadáver incorrupto de una beata para hacernos perder el apetito.

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