Nunca me había preguntado sobre la Plaza Mayor porque es de esas bellezas que en Madrid se dan por hecho, como los famosos cumulonimbos de su cielo.
Este año se celebra su IV Centenario lo que nos indica que tiene cuatrocientos años de vida. Sin embargo no me salían las cuentas, tener tiene muchos más. La fecha del cumple es porque fue en 1617 cuando el arquitecto Juan Gómez de Mora, cumplió el encargo de “cuadrar la plaza” y dejarla como la conocemos hoy. Y vaya si la cuadró: al parecer cumple la proporción áurea. Por tanto es una especie de idea platónica de plaza que ha aterrizado en la tierra tras abandonar el mundo de las ideas usando algún grácil paracaídas.
Todo esto de cuadrarla fue una lucha contra el caos que era antes la plaza. Pero nunca lo acabaron de conseguir: el muy villano caos ha estado en batalla contra las fuerzas de la geometría a lo largo y ancho de toda su historia.
Para empezar la plaza fue una laguna. Ya sabéis que el lema de Madrid es fui sobre agua edificada y mis muros de fuego son.
Después fue la Plaza del Arrabal, un mercadillo cutre a las afueras de la ciudad, todavía plagado de grandes charcos. Estamos como en 1463 y allí iba la gente porque al estar fuera de la muralla no pagaban impuestos y todo salía más baratín, como hace años los pijamas de piel de ángel en Canarias y el Winston americano en Vigo. Pero cuando Madrid se hizo capital se fue merendando aquella plaza hasta que le quedó dentro del estómago. Hora de ponerse serios, todo se planeó tipo centro comercial:
En el lienzo de poniente debían estar los paños, en el meridional la Casa de la Carnicería, junto con el cáñamo y sedas, en el lienzo de levante, la quincalla, manteros y zapateros, y en el lienzo del norte, la Casa de la Panadería, sedas e hilos a excepción de la planta baja de la Casa de la Panadería donde estaba el Peso Real y Fiel Contraste. En el primer piso de la Casa de la Panadería se construyó el salón real con vistas a la Plaza a través del balcón real desde donde la monarquía asistiría a los eventos como espectadores privilegiados
Entonces llegó el fuego. Ya conté cual era el lema de Madrid ¿no? Pues vino el fuego tres veces, un número mágico, como las tres pruebas del héroe. La plaza es la historia de sus incendios.
Entre una y otra lumbre se usó para comercio, pero también para festejos: toros, teatro, torneos, carnavales o el increíble auto de fe de 1680, de estética tan Olimpiadas 92 que solo les faltó un Coby, ¿la paloma del espíritu santo?
Al hilo, tenía otro uso desaparecido y es el de patíbulo público. Como patíbulo también intentaron que fuese muy ordenado: “delante del portal de pañeros si la pena era de garrote; frente a la Casa de la Panadería, si era de horca, y ante la Casa de la Carnicería, si era de cuchillo o hacha”.
Ahora es cuando suena Forastero y su temazo Por la calle de la Amargura. Por esta calle, que hoy se llama calle del 7 de julio, cabalgaban hacia la muerte los condenados:
Al avistar la Plaza, rehusó entrar por la calle de la Amargura, que era por donde pasaban los reos, “Yo no soy criminal, ni traidor al rey; soy un caballero que va a sacrificar su vida por la envidia de sus émulos; por consiguiente debo entrar por la calle de Boteros”. Hincó espuela a la mula y se dirigió por allí, no habiendo así pasado por ninguna de las calles por donde se llevaba a los reos comunes. Llegó al cadalso, que se hallaba colocado en la parte del Mediodía de la Plaza, casi debajo de los balcones de la Panadería Real. Se desmontó de su mula con el mayor donaire, y arrimándose a una puerta de una contrafalla que había, se echó con gracia el capaz sobre el hombro derecho; subió seis gradas del patíbulo, en donde lo esperaba el padre Pedrosa, y así que lo vio, mostró tanto regocijo que se echó a reír.
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En este año del IV centenario el Ayuntamiento ha ido proponiendo varias actividades muy interesantes, entre ellas una Feria del Libro de Madrid que termina este domingo. Justo ese día estará allí Caen estrellas fugaces, la novela del Madrid decimonónico y misterioso que han publicado Jose y Goretti, honorables miembros de la playa. La firmarán este domingo 5, de 12 a 14h.
En la época de Caen estrellas Fugaces, 1859, acorde con el romántico Madrid de Isabel II, la ajardinaron, plantaron árboles y se convirtió en una plaza-parque. Estaba muy bonita, tan pacífica y llena de verdor. Nos encantaría volver a verla así algún día.
Feria del Libro de la Plaza Mayor de Madrid, hasta el domingo 5 de noviembre
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