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Crónicas

La conquista de México

Moctezuma

Moctezuma

Recomiendo especialmente asistir a este espectáculo. Lo razonable y hasta habitual es salir de la ópera un poco conmovido, algo más cadencioso, hecho todo un humanista o incluso acojonado a veces. Pero dar con una ceremonia que haga visible lo invisible es una cosa extraordinaria. Y dar con una que haga visible algo tan proteico como una batalla psíquica es casi magia (¿magia artaudiana?).

La conquista de México no es una ópera: el Real la distingue en su programa de mano como “Música teatral”, y en ella la música y la escena están tan imbricadas que tanto parte de la orquesta y los cantantes como algunos de sus personajes han invadido el patio de butacas y los palcos. Más que como quiebra de las convenciones escénicas, esta infrecuente disposición funciona como un omeprazol previo a la interpretación ubicua y cada vez más desencajada de los personajes. Está basada en una obra de Antonin Artaud, pero la fidelidad es más al teatro de la crueldad que al texto en sí, que Wolfgang Rihm reordenó a medida que iba componiendo la partitura.

Artaud

Artaud

Pero todo está justificado y conforma un conjunto imponente. La fuente del sonido, al estar repartida por la sala, provoca que nada más empezar a tocar la orquesta nos sintamos como en la hostil selva llena de pájaros y bichos desconocidos e invisibles en la que debieron de internarse los abrumados españoles en su aventura americana. Convocados por este ambiente amenazante entran los hombres de Hernán Cortés, interpretado por un barítono cuyo canto se entrecorta y altera a medida que va trabando contacto con Montezuma, que más que un personaje es una fuerza femenina, tan ctónica que la interpretan tres cantantes a la vez, una en el escenario y dos en los palcos laterales. A medida que transcurren los cuadros, Hernán Cortés y el señor de los mexicas van abandonando sus pretensiones de conquista y resistencia para entregarse a una atracción insana, en la que han caído como por un accidente fatal. ¿Qué les pasa exactamente? No sabría decirlo, como no sabría decir uno en qué consisten los deshielos y movimientos de tierras que tienen lugar a veces en nuestro interior. Lo asombroso de esta pieza es que los muestra con claridad deslumbrante, y el espectador más que entenderlos los asimila: éxito máximo de lo teatral.

La escenografía es de una sencillez casi árida, y deja hacer los honores del espacio a una iluminación magistral y sutilísima. Por el vacío escenario se desplazan los personajes en grimosa danza. Cortés ha entrado claramente en los barrizales del ser. Pero como en la selva virgen de lo demasiado humano la congruencia sigue sus propias leyes, con la sordidez se alternan escenas exaltadas, como la apoteosis de Montezuma levitando en su traje de oro, una imagen que tardaré en olvidar, no sólo por deslumbrante, sino porque me pareció que explicaba algo muy íntimo de nosotros (nosotros, conquistadores y mexicas a un tiempo) e indecible en otro lenguaje. En realidad creo que Montezuma y Hernán Cortés son un solo personaje en lucha esquizoide, y que la verdadera réplica se la da la bailarina japonesa que interpreta a Malinche y que sugiere, esperanzadoramente, la posibilidad de un acuerdo entre el ser humano y la vida.

Todo este abstracto pero doloroso entramado del desajuste psíquico lo ha armado de forma clarísima Wolfgang Rihm, pero también de una manera muy bella, porque la música es siempre conmovedora, respetuosa y despampanante a la vez. La puesta en escena y la maravillosa dirección musical sirven a la partitura con una precisión tal, que en el escenario se da la magia de convertir una desazonante historia en un homenaje al hombre en su travesía hacia lo que desconoce y que ha de intentar conquistar.

Id, si os atrevéis a correr el riesgo de no volver.

La conquista de México, música teatral en cuatro partes de Wolfgang Rihm, con libreto del autor basado en textos de Antonin Artaud y de Octavio Paz, se representa en Madrid hasta el 19 de octubre. El director musical es Alejo Pérez, el director de escena Pierre Audi y el escenógrafo Alexander Polzin. La interpretación es de la Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real, y los personajes principales están interpretados por Nadja Michael y Ausrine Stundyte (Montezuma), Georg Nigl y Holger Falk (Cortés) y Ryoko Aoki (Malinche)

 

Teatro Real | Plaza de Oriente s/n | 915160660
Horarios:
17, 18 y 19 de octubre a las 20:00.
Precios: 10€ – 269€ Venta de entradas.

 

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