En mi viaje a Medellín doy con un facsímil de la edición de 1876 de. Guía de Madrid. Manual del madrileño y del forastero. Es uno de los ejemplares de la biblioteca de Camilo, colombiano y antiguo habitante de Madrid.
En el primer capítulo, dedicado a la paleontología, se indagan los orígenes míticos de la ciudad, datados en el año 879 a. C., asociando su nacimiento con historias de griegos y troyanos. La mitología cuenta historias sobre un dragón griego y un oso romano, que daría el nombre de Ursaria a la villa. Se recoge noticia de restos que datan de la segunda edad de piedra, sepulturas y hachas, así como de huesos de elefantes, mastodontes y un rinoceronte. Se habla además de los lemas de la ciudad: del más conocido “cercada sobre fuego y armada sobre agua” y del muy chulesco y para mí desconocido “rompe y luce” que me ha recordado aquel “brilla y desaparece” de la zona baja de Malasaña.
El segundo capítulo se abre con la siguiente constatación:
“Madrid es un pueblo de oscuro nacimiento que, como todos los encumbrados por la fortuna, han tenido aduladores oficiosos, empeñados en fabricarle un gran genealogía que colocara la cuna de la capital sobre las nieblas de tiempos fabulosos”.
Del alcázar originario que hoy suplanta el palacio, salía la muralla que serpenteaba por la cuesta de la Vega, el origen del viaducto, la Puerta de Santa María, la calle Mayor y la tan querida en mis paseos calle del Factor. En la enumeración de los límites del ensanchamiento que hicieron los árabes del área amurallada descubro que mi antiguo hogar, sito en Santo Domingo, era, por su altura, la Puerta de Balnadú, esto es, de la Atalaya. De esta ampliación suponen algunos que vino el nombre de Mayoritum. Y de él, Magerito o Magerita (s. X). En el siglo XI pasó a ser Majeriacum o Majeridum. En el XII Madritum, a comienzos del XIII Maidrit y a finales Madrit.
En el siglo XV nace allí Juana la Beltraneja, la villa recibe de Enrique IV el título de “muy noble y muy leal”, los Reyes Católicos hacen su solemne entrada y se expulsa a los judíos de Lavapiés y se destruyen la sinagoga y la judería.
En el siglo XVI Felipe II traslada la corta de Toledo a Madrid. Corre el año 1561.
“Con la construcción de inmensos pero destartalados palacios para la grandeza y las talas para el consumo de leña y carbón de la población cortesana que se instaló en la villa, comenzó la destrucción de los grandes montes de Madrid; con los árboles empezó a desaparecer el agua que tan abundante era; con la falta de humedad se esterilizó el suelo, se hizo rudo el clima y perdió este pueblo las condiciones de vida propias que hasta entonces había tenido.”
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