Que un artista, por espontáneo que sea, se encomiende a su talento e inicie una investigación, no es ningún hecho excepcional. Todos los creadores, buenos o malos, lo hacen. Los punk rockers tiran del hilo de su madeja arrastrados por los suelos del escenario, los psicodélicos intoxicándose con la química y los intelectuales digiriendo montañas de papel, pero lo realmente curioso de algunos de estos artistas es la autoconsciencia.
El saber en todo momento por donde se pisa mientras se corre a ciegas. A través de la oscuridad del ingenio.
Pienso que ese es uno de los aspectos por los cuales se considera a Santiago Auserón un intelectual de la música o un filósofo de la lírica. Su investigación es consciente en todo momento.
Desde sus inicios en Radio Futura, y con una inquietud muy paralela a la de otros -vamos a continuar utilizando el término- intelectuales del rock internacionales, el músico y filósofo no ha dejado de buscar soluciones para limar esas asperezas tan incómodas que surgieron cuando a alguien se le ocurrió mezclar el rock americano con la Real Academia Española.
La investigación musical de Auserón le ha conducido al mismo lugar que también se han visto obligados a frecuentar -entre otros- Damon Albarn, David Byrne o, sin ir más lejos, Trueba. Su tesón le ha llevado de vuelta a las raíces del son cubano, a Latinoamérica y, por ende, a África, el lugar donde nace el ritmo.
Pero no estamos aquí para hablar sólo de canciones, aunque el propio autor nos advierta en las páginas de este magnífico libro que, en su caso, palabra y música son indivisibles.
La primera alegría de este volumen que presenta Salto de Página es comprobar que la faceta literaria del artista se documenta a la perfección y que las letras se valen por sí solas. Reina la sencillez en una edición a la que le basta con un prólogo muy acertado y una aclaración final del mismo Auserón para explicar la búsqueda constante de un lenguaje poético propio, apto para las canciones que queremos escuchar, en las que el castellano no parecía tener mucho sentido hasta que este hombre tomó por sorpresa nuestros diales.
El libro que nos atañe recoge todas las letras del músico bajo su piel de Juan Perro desde el año 95 hasta hoy en día, y se nos aclara que deberíamos acompañar en todo momento la lectura con la audición comprometida de las canciones originales.
No es, en este caso, una recomendación fruto del miedo a la desnudez sencilla de sus letras, sino una aclaración necesaria de un tipo que, sabiendo muy bien lo que hace, lleva toda una vida encajando como nadie las palabras en sus más adecuados trajes, ajustando modelo y vestimenta para presentar sus canciones como un pincel. Como él siempre se nos ha presentado.
A la postre, la lectura reposada de las letras ofrece la posibilidad de apreciar el detalle con el que Auserón suelda las palabras a los sonidos, la oportunidad de ver tantos referentes y tantos recursos para cantar/contar las historias que, desde siempre, interesan a las personas.
Como extra, la lectura del libro -que contiene algunas letras inéditas- nos regala la capacidad de disfrutar de una especie de resumen anárquico de muchas tradiciones poéticas y trovadorescas desde una óptica seria: la de un investigador de códigos.
Lo más bonito del libro es observar cómo el autor hace parecer fácil lo imposible. Lo que casi ningún letrista en español consigue, sin perder ni un ápice de calor y con la cabeza bien puesta sobre los hombros. Encarando seriamente la tradición y tratando temas universales, siempre del bando de lo popular, con la maestría y la seguridad del que sabe muy bien lo que se hace.
Termino con unos versos luminosos, unos sobre las ideas felices, esas que poseíamos hace tan solo unos minutos y que brillan cuando se esfuman, como los sueños del recién levantado. Los que admiramos por idealización, por haberlos perdido:
“Una mina yo tenía, en la esquina de un papel /
No recuerdo qué carajo, puse en él”
Santiago Auserón. El papelito.
Canciones de Juan Perro, Santiago Auserón.
Ediciones Salto de Página
Precio: 13 €
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