Para alegrarle la merienda a algún amigo. El sabor es agradable y tradicional, y dejan tras sí una entrañable marca aceitosilla, como evidencian las fotos.
Su atractivo es su humildad. La humildad no es una cualidad de marketing, pero llama la atención. Por ejemplo, no hay ni rastro en internet, lo que hoy es una rareza. Un día pasé por allí y entré.
Es un local mínimo, con más aire de tienda que de pastelería, y un escaparate con estantes, donde reposan los bartolillos, unas empanadillas de crema. En mi ignorancia las confundí, pero hay dos tipos: las hechas al horno y las fritas. Paredes de madera, con estanterías que no contienen pasteles sino adornos improbables. Venden café y refrescos. La variedad es muy poca y el glamour débil. Pero tiene encanto, que reside en la falta de pretensiones.
Siempre hay gente dentro, suelen ser gitanos aburguesados. Porque la calle hace frontera entre los barrios de Lavapiés y La Latina, donde los gitanos constituyen una comunidad próspera del centro de Madrid, que suele dedicarse a las antigüedades en las tiendas de la zona del Rastro.
Sea como fuere, venden bollería tradicional madrileña: los bartolillos; y varios pasteles alargados de pasta choux, con crema por encima, que me recuerdan mucho a los que hacían en una pastelería de la calle Miguel Servet que cerró por jubilación. Serán recetas del barrio, entonces.
El Horno, Encomienda 19
Horarios: L-V 10-14 | 17 a 19 | S 10 – 14
Precios: ?
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