The Moustache en el camerino de El Perro
Lo malo de tener amigos en varias bandas es que, de vez en cuando, les da por tocar el mismo día en la misma ciudad. Atender más de un concierto es tarea casi imposible porque los horarios se solapan, pero si en uno de los bolos tocan varios grupos se puede intentar ir de un sitio a otro confiando en que tus colegas toquen lo suficientemente tarde. Tirando de móvil, Whatsapp y taxi se puede conseguir: es lo que Carmen, Gasti, Claudia y un servidor hemos dado en llamar “hacer una noche neoyorquina”.
La razón para tantas tribulaciones es que The Moustache presentaban disco en El Perro de la parte de atrás… y Los Cuantos tocaban con otras bandas en el Rock Palace, y los amiguetes teníamos unas ganas enormes de ver a ambos. Como Los Cuantos tocaban en tercer lugar había una posibilidad, bastante ajustada, eso sí, de que llegásemos a tiempo. Ninguno lo habíamos hecho antes, la sincronización tenía que ser perfecta, pero estábamos seguros de que, si salía bien, iba a ser una gran noche.
Veamos qué pasó.
The Moustache
Entre conciertos que coinciden y que una buena parte de la parroquia estaba en el Primavera, no se puede decir que el concierto fuese un llenazo, pero los amigos y los amigos de los amigos sumaron un número aceptable y crearon buen ambiente. Los Moustache estaban un poco nerviosos antes de salir al escenario, pues hace cerca de cuatro años que decidieron irse a explorar nuevos horizontes a Berlín, pero el retorno de los hijos pródigos del art-rock madrileño salió muy bien. Los temas se defienden en directo tan bien como en el disco, las bases encajan sin fisuras con los instrumentos tradicionales. Rober y Gilberto son unos cracks, es una pena que no los podamos disfrutar más a menudo.
Los Cuantos
Tras felicitar a los canario-madrileños emigrados y hacerles unas fotos en el camerino, cogimos un taxi y llegamos al Rock Palace justo cuando Los Cuantos arrancaban su concierto con Love Love Love, un tema que en directo es como una apisonadora y que da nombre a su último disco. El cálculo había salido bien, aunque a costa de no ver a Chinasky y a Gran Espíritu. Otra vez será. Fue una lástima que el sonido estuviese tan tremendamente alto y se empastase bastante, pero al público no pareció importarle y disfrutó y bailó a lo loco. Para colmo, Kim, el cantante, se cargó un foco que le molestaba y no puede grabar más que un vídeo en el que se distinguiese algo. Locurón. Os pongo a continuación el vídeo del segundo tema, un inédito todavía sin nombre, que es el único que pude grabar antes del incidente con el dichoso foco.
Burn in Hell
El pianista de Satán y sus secuaces
Después de la oscura actuación de Los Cuantos iba a venir la sorpresa de la noche, un cuarteto australiano llamado Burn in Hell. Con unas pintas a medio camino entre unos piratas de las antípodas y unos piesnegros talegueros, pillaron desprevenido al personal con un concierto de casi dos horas en el que mezclaron blues, rock, cabaret, metal, pantano, Irlanda, Tom Waits y Chopin en una coctelera forjada en el infierno. Lo malo es que empezaron cerca de la una, cuando el primer grupo había empezado tocar a eso de las once. Un poco tarde… Aun así, fueron tan intensos que hicieron bailar a la gente en un pogo como no lo habían hecho el resto de la noche. Dijeron que llevaban tres semanas sin tocar, que tenían ganas acumuladas. Enternecedor. Ahora están girando por garitos de toda Europa, y no sé si tendremos la ocasión de volver a verlos por estos lares. En caso de que regresen, no os los perdáis por nada del mundo. A continuación, un par de vídeos. Atentos al muñeco que colgaron del pie de micro.
Y eso es todo, amigos. Bueno, en realidad luego nos fuimos a un after cerca de Atocha con Julen, guitarrista de Los Cuantos. Cuando salimos de allí agradecí seguir mis propios consejos y me puse las gafas de sol. ¡Esta sí que había sido una jornada intensa!
Artículos Relacionados:
Leave a Reply