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Crónicas

El señor

Leo en el facebook de Carlos Vermut que en La casa encendida van a proyectar una peli llamada “El señor“. El título me pica la curiosidad. Con los primeros cinco minutos ya decido que quiero verla entera. El domingo por la tarde, recién llegada de mi fin de semana en Zamora, quedo con Miss Wonderly en la Ronda de Valencia.

En pie ante los asistentes a la sesión, Beatriz Navas y Juan Cavestany presentan la película. Pero antes pasan el corto De caballeros, de Adrián Orr.

El mal sonido y mi sordera me impiden disfrutarlo y se me hace largo. En la sala hace el mismo frío de siempre. Odio el aire acondicionado con toda la fuerza de mis anginas.

Sin embargo El señor se me hace cortísima. No tenía ni idea de que iba a ver una peli de 42 minutos.

No es una comedia, de hecho habrá quien opine que es un drama, pero la soledad del señor no le quita gracia a sus ocurrencias, a sus andares, a sus calcetines, a sus borracheras y bailes, a su cajón lleno de clicks de famóbil. Al igual que nos reímos con los fracasos del coyote ante el correcaminos, nos reímos de los miedos del señor. El señor nos ha descubierto las autobromas. El señor no está loco, sólo está solo y se aburre.

Durante todo la película no paro de preguntarme cómo fue el casting para dar con este tipo. Es como un cruce entre Rodrigo Rato y Bill Murray. Cavestany cuenta que no tuvo que buscarlo, que lo conocía. Luis Bermejo se llama, actor de teatro. Y fue él quien trajo a los otros dos actores: el tragicómico peluquero con su cara de torero y la vecina tuerta, en zapatillas por la calle y en tacones al cruzar la puerta.

Con voz suave y tono tranquilo Cavestany respondió a todas nuestras preguntas sobre actores, improvisación, montaje, vídeo, sonido, localizaciones, distribución… la de cosas que aprende una cuando no sabe nada. Después la curiosidad me llevó a escuchar esta entrevista y a buscar el tráiler de su anterior peli, Dispongo de barcos.

A salir nos tomamos un vino en la taberna Alabanda (Miguel Servet, 15) y, como sea que no parara de aparecer gente conocida, quien dice uno dice ciento. Qué bueno el ribera de Duero joven y qué rico el canapé de jamón. Y antes de encarar la cuesta arriba unas tapas bollywoodienses en la plaza de Lavapiés, a esas horas ya al módico precio de 4 x 1€. Será por apetito.

En este 2012 mi cumpleaños me pillará en un lugar lejano y desconocido. Pero desde que conozco las autobromas la soledad es lo de menos. Sólo tengo que agenciarme unas cáscaras de plátano. Y en el Caribe encontrar fruta no parece un reto.

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