Rebobina la cinta con un boli bic, y echa como treinta años hacia atrás. Hasta el 14 julio de 1979, año de su fundación.
Es un local extraterrestre desde su nombre, que podría ser el de la cantina de Star Wars. La Guerra de las Galaxias se había estrenado un par de años antes, así como su exitoso plagio, la serie Galáctica. Por estos lares, Josep Mª Bea empezó a publicar en la revista 1984 su cómic Historias de la Taberna Galáctica. Los coqueteos interestelares estaban dabuten. Por eso la decoración tiene esa insistente querencia por lo hexagonal. Y por eso a lo largo del tiempo ha sido visitada por alienígenas de todo pelaje.
1979. El año empieza fino, ya el primer día: el Andros Patria riega de petroleo la costa gallega, sumándose a una década de vertidos constantes: el Urquiola, el Erkowit y el Polycommander. Las segundas elecciones democráticas las vuelve a ganar Adolfo Suárez. Se constituye el Senado, aunque nadie sabrá nunca para qué sirve. Una joven deja en los lavabos de la cafetería California una bomba envuelta de regalo: nueve muertos. Son los GRAPO, pero ETA también va a saco en Madrid: al gobernador militar lo cosen a tiros entre cuatro en su portal. España es roja pero sale en blanco y negro. Allá fuera, en el mundo, Michael Jackson saca su primer disco sin los Jackson Five. Se inaugura el primer festival de Cine de Berlín. Michael Ende publica La Historia Interminable… Este es el año en que Marcos López monta La Vía Láctea.
El glamour de la decoración ha ganado con el tiempo como un buen whisky en barrica de jerez. Pero ya estaba desde el principio, en las estilizadas visiones de Montxo Algora y los murales de las Costus, Enrique Nalla y Juan Carrero, conocidos artistas de la movida y reyes del chochonismo ilustrado. Trabajaron juntos aquí por primera vez; vivían muy cerquita, en La Palma. Pintaron a Brigitte Bardot, Lola Flores, Liz Taylor y Roger Moore, Virginia Mayo, James Cagney y Joan Crawford, Ava Gadner… Enrique era el de las figuras abiertas a compartir pasiones enlatadas con quien las admire. En la galería de su web vemos una imagen que fue descartada por miedo a los fachas: una virgen retocándose los labios, para la puerta del servicio de mujeres. Enrique Nalla y Juan Carrero, próceres de Malsaña, tuvieron una vida intensa y un final dramático y reivindicativo. Avanzando la cinta hacia delante vemos a cámara rápida a los que se fueron: las Costus, el propio Marcos López o el Pele, el famoso sheriff de Malasaña que solía estar en la puerta de la Vía Láctea, y cuyas cenizas se arrojaron en la Plaza del Dos de Mayo. Como también las de Kike Turmix.
Siento atosigar con tantos datos, pero así ha sido la vida de La Vía Láctea: enredada con el desarrollo del país, histórica, a un paso de ser legendaria.
Y sobre todo, es un buen bar: la música es excelente, las copas parecen de Bilbao, y abre todas las noches. El ambiente es malasañero; signifique lo que signifique ese adjetivo, la Vía lo enarbola. Entre semana puede dar lugar a esas noches que empiezan cortas, como si nada, en plan “una copa y a casa”. Y acaban en alcohol, crujir de dientes y emociones varias. Porque es un lugar preñado.
La Vía Láctea, Velarde 18 | 914 46 75 81
Horario: Todos los días, de 20,00h. a 3,00h. Viernes y sábados hasta las 3,30 h.
Precio: Entrada gratuita.
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