Sede de incontables borracheras de vermú de grifo -y los dioses saben que el cabezón del día siguiente es un sacrificio a su alta honra- éste es un bar de penumbras.
Su nombre, la Aguja, no proviene de la resaca que te horada las circunvoluciones, sino de la aguja del vinilo, porque es de los pocos bares en Lavapiés que cuidan exquisitamente la música, y sí: pinchan vinilos.
Muchas son las cosas que están bien aquí: las raciones y tostas ricas, grandes y baratas- queso ¡de Arzúa!, calabacines con miel, pollo con mostaza, morcilla con manzana y brie, paté de aceitunas; el ambiente -aunque desde que no se puede fumar falta el incensario del humo; las mesas con cotidianas psicodelias, lo amables y discretos que son tras la barra.
Norte vs. desnorte: Pues tiene algo de garito norteño- un local como el que encontrarías en León o Zamora. En cambio su ubicación está desnortada en Lavapiés, entre restaurantes indios y kebabs. Parecería una nave perdida de Malasaña que aterrizó en Lavapiés hace años, hizo amigos y decidió no moverse.
Noches y noches y más noches son el precio de la literatura y las efusiones sentimentales. Lugar para ir con amigos, con un poco de hambre y con bastante sed.
La Aguja, Ave María, 25 | 915 27 79 50
Precios: Cerveza 1,30 Tostas 4 euros, Papas Africanas 6 euros
Horarios: L-D de 21:00-02:30
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