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Librerías

La Fugitiva

Un poco de tiempo solo para ti

La Fugitiva, un edén hecho de libros.
La Fugitiva es ese refugio ideal para un día sin prisas. O para poner el freno a un día nervioso. Y es que, nada más abrir la puerta azul de La Fugitiva, sientes que allí todo discurre a otro ritmo.
Una de las cosas que más me gusta de La Fugitiva es la ausencia de música de fondo. Me encanta ese silencio para zambullirme en mi portátil o en un buen libro. Es un silencio que te hace sentir bien, como si estuvieras en un oasis en medio de la gran ciudad. Y que incluso modula las conversaciones que se mantienen en este café. Porque las hace suaves y reposadas, en consonancia con el ambiente. En La Fugitiva, una discusión acalorada o una risa estridente estarían como fuera de contexto.

La Fugitiva, no obstante, no deja de ser un buen sitio para disfrutarlo en compañía. De hecho, invita a hablar en confianza, como si los secretos que pudieras contar allí fueran a quedar encerrados entre sus libros. En La Fugitiva quedarías con alguien que tiene una buena historia que contar; de esas que se escuchan sin mirar el reloj.

El café no está precisamente escondido en la calle Santa Isabel. A un paso de la Filmoteca y del Mercado de San Martín, ocupa una esquina que parece luminosa en un barrio de claroscuros, donde conviven rincones cutres y sitios con encanto.

No, no hay que fijarse mucho para descubrir La Fugitiva. Es todo escaparate y no oculta nada, pero al mismo tiempo no se deja descubrir del todo desde fuera. Promete algo indefinido que invita a entrar. Y, una vez dentro, te sientes como a salvo del mundo, rodeada de clásicos y literatura contemporánea. Y puedes ver lo que ocurre en la calle, al otro lado, como si pasara en una película. Por ejemplo, descubrir a Lucía Etxevarría –casi siempre vestida de negro- paseando a su perro calle arriba.

La primera vez que acudí a esta librería-café fue gracias a Movistar. Y La Fugitiva  tuvo un efecto balsámico en mi mal humor por haberme quedado, una vez más, sin Internet en casa. Había pasado muchas veces por delante de su escaparate y pensado: “Algún día tengo que venir a este sitio”. Así que aquella tarde no me lo pensé dos veces y entré.

Para alguien a quien le gusta leer con todos los sentidos, un lugar como La Fugitiva viene a ser como el edén. Le falta, además, esa aureola de franquicia que tienen algunas librerías-café con más aire comercial que cultural. Aquí te quedarías a leer como si estuvieras en tu propia casa. O incluso mejor… cuando ya tienes tu casa demasiado vista (como nos ocurre a los que vivimos y trabajamos en el mismo espacio).

La atención al cliente es igualmente cercana, hasta el punto de que la palabra “cliente” chirría, no encaja en este lugar. La Fugitiva, además, no es uno de esos sitios donde te van a servir a la mesa ni donde te vas a encontrar una carta plastificada con el menú. Y es que la comida, las bebidas, vienen a ser un simple acompañamiento del menú principal: los libros, las historias que has venido a leer o escuchar aquí.

Aunque tampoco es que La Fugitiva descuide los placeres del paladar. No, no sólo de palabras se alimenta el hombre. De hecho, en este café-librería te puedes encontrar  algunos delicatessen inesperados como pasteis de Belem y tortas de Azeitao, ambos postres portugueses que no suelen faltar en el pequeño mostrador y que puedes tomarte con un té, un café o un zumo.

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La Fugitiva | Santa Isabel, 7 | web | 91 468 24 53
Horario: L-V: 9-23h; S: 11-23h; D: 11-22h
Precios: Puees ¿Quieres un libro o un café?

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