Una artista que aúlla, una niña inteligente que va dejando sus dibujos y vídeos a modo de huellas donde quiera que va, un animal lleno de pulsiones que no se esconde en su madriguera aunque se evada jugando a ser otro animal, una chica que obedece las exhortaciones inescrutables de su alma, una líder que plasma las mascaradas de su ecosistema bicolor, de nuestra generación, de nuestra identidad camuflada. Una mujer bella, una mujer que invade con su creatividad llena de instintos primarios, un chamán de féminas autónomas que hipnotizan con su sexualidad, una artista que se expresa con múltiples disciplinas freudianas, una licántropa que nos invita al rito de ser otros, al rito de lamer, acariciar, follar, jugar y bailar como animales.
Una gran mujer, una gran artista./ Teresa Arroyo de la Cruz
Para más información:
La reseña de My Animal Dance
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