Que tire la primera piedra quien no se haya hecho uñas postizas con las pegatinas azules de las naranjas. Sí, que tire la primera piedra quien esté libre de pecado.
La pegatina es una especie de papel del futuro revivido en los 90, un cacho de celulosa con fijador y pegamento que provoca (quizás debido a la microinhalación de su adhesivo) una adicción espontánea a despegar ese puñetero papelito blanco de detrás. Es un papel siliconado, un transfer que pegas en el lugar que crees adecuado para su imagen o su mensaje. Es tu pegatina.
Y, de repente, ese sticker se convierte en tu fetiche. Lo has podido adquirir como un cromo, te ha podido tocar en un chicle o lo puedes hacer a tu imagen y semejanza como los artistas urbanos -reitero: artistas- que han creado una vez más otra forma divertida e interesante de hacer Arte.
Como últimamente pasa en todos los movimientos de expresión social, el Sticker Art está invadiendo las calles de Madrid (y de toda ciudad decadente que se precie), ubicándose en cualquier rincón, asomándose, reclamándote como los anuncios de cerrajeros, trepando por las señales de tráfico y sus traseras. Es tópico decir que el museo es gratis y que a veces llueve, pero es lo cierto. Miles de pegatas gritan que las mires de pasada, que te fijes casi de manera subliminal en pequeñas obras efímeras de arte. Han sido creadas y colgadas a base de bofetadas de marcado, una acción rápida, un bombardeo de etiquetas no autorizado para el mobiliario urbano y muy aconsejable para todos nosotros, que -como las pegatinas- seguimos invadiendo la calle y tomando zumo de naranja.
Ole, ahora me siento un sticker art mAs, me encanta el texto y el fondo del mensaje, buenas noches a quien halla escrito este maravilloso documento_