La tumba de María Zambrano añade a su título una aclaración: Pieza poética de un sueño. En esta tumba el espectador puede permitirse dejar atrás el frío análisis y abrir la pupila a otras formas de conocimiento, la emoción y la intuición. Dará así el tipo de paseo que solo podría darse por un sueño, un paseo por un cementerio de fantasmas. El primero de ellos el de María.
María Zambrano es filósofa y española y alcanzó reconocimiento en vida, tres circunstancias que es bien difícil que concurran. Esto nos da pista de hallarnos ante una personalidad excepcional. Su biografía lo fue: poderosa intelectual, activista política, permanente exiliada y viajera, incansable buscadora de luz entre amores, escándalos, amistades y gatos, muchos gatos.
Algunos de estos gatos se pasean por entre las tumbas de este cementerio que es el escenario, en el que el ambiguo juego de sonido, trampantojos y luz va sumergiéndonos en una niebla poblada de fantasmas: María niña bajo el limonero, el padre -a veces profesor, a veces poeta-, el dolor de su hermana Araceli y el del niño hambriento -sufrimientos que encarnan el de la pobre España-, entregados en sacrificio al monstruo que a veces toma forma de cancerbero, otras de nazi sin rostro.
La tumba de María Zambrano no es tanto un recorrido por la biografía de una mujer enorme como por el hilo poético de sus vivencias, la biografía interior, esa que construye un tiempo propio. Para que el espectador entre en el juego se le seduce con una ambientación cuidada al milímetro -son mil detalles de luz y color, juegos sonoros y gestos convertidos en casi bailes. La reiteración va creando un pulso cada vez más intenso, donde todo encaja coreográficamente. Algunas partes palpitan de drama. Esto es quitarse la chistera ante la dirección de Jana Pacheco.
A Jana Pacheco, su directora, la entrevistamos en los inicios del proyecto; venimos siguiéndole la pista desde el crowdfunding con el que Volver Producciones plantó una pequeña semilla de lo que ahora es una gran producción del CDN. Da gusto ver crecer proyectos tan llenos de ilusión como éste y alegrarse de cómo lo que fue una humilde auto producción ofrece al fin todo su potencial.
El de este proyecto es un cuento de hadas al estilo de Cenicienta. No es de extrañar que el equipo halla alcanzado semejante estado de conexión creativa: Alessio Meloni con la escenografía, Eleni Chaidemenaki con el vestuario, Elisa Cano Rodríguez con la instalación e ilustraciones, Clara Thomson con el vídeo, Xus de la Cruz con la coreografía, Gastón Horischnik con el espacio sonoro y la música (excepcionales), Rubén Camacho con la iluminación…
Se palpa la entrega de los actores: Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano rebosan sus personajes. Hay un amor por el gesto que es casi pictórico, los actores mutan sus rostros y sus figuras en imágenes del Guernica de Picasso o los Desastres de la Guerra de Goya. El baile de Isabel Dimas como Araceli llevada por Daniel Méndez como monstruoso nazi sin rostro es uno de estos momentos.
María sonreirá contenta si algo de este homenaje le llega, allí dónde o cuándo esté.
La tumba de María Zambrano
Sala Francisco Nieva (Teatro Valle-Inclán)
Horario:
10 enero a 11 febrero de 2018
M-S 19 h. y domingo 18 h.
(Encuentro con el equipo artístico: martes 23 de enero)
REPARTO (por orden alfabético)
Óscar Allo, Isabel Dimas, Aurora Herrero, Daniel Méndez e Irene Serrano
EQUIPO
Nieves Rodríguez Rodríguez (Texto), Jana Pacheco (Dirección), Alessio Meloni (Escenografía), Eleni Chaidemenaki (Eleninja) (Vestuario), Volver Producciones (Audiovisuales), Elisa Cano Rodríguez (Instalación e Ilustraciones), Clara Thomson (Vídeo), Xus de la Cruz (Movimiento y coreografía), Gastón Horischnik (Espacio sonoro y música), Rubén Camacho (Iluminación), Gabriel Fuentes (Asistente de dirección) y Elisa Cano Rodríguez (Asistente de escenografía).
Coproducción: Centro Dramático Nacional, Volver Producciones e Ibercover Studio
Artículos Relacionados:
Leave a Reply