Para celebrar el 90 cumpleaños de Rafael Sánchez Ferlosio, diciembre desplegó un clemente sol de invierno. Bajo esa luz favorecedora, la ferlosía fue llegando al número 10 de la madrileña calle O’Donnell, al espacio Bertelsmann, antigua sede del Círculo de Lectores, (el que fuera mi primer lugar de trabajo en Madrid; el último fue en la librería Pasajes, de donde recibí la invitación a este cumpleaños. Círculos que se cierran armoniosamente al tiempo que los grandes grupos mediáticos engullen editoriales pantagruélicamente).
En primera fila, Ferlosio, y junto a él, Demetria.
Comienza el homenaje. Abrió la ráfaga Nuria Cabutí, directora general de Penguin Random House, el grupo editorial que está publicando de nuevo la obra completa de Ferlosio. Citó el Alfanhuí y recordó lo que ya todos sabemos sobre el rechazo de Ferlosio del grotesco papelón como escritor.
La siguió Ignacio Echevarría, periodista, crítico y editor de la obra de Ferlosio en Penguin Random House, y señaló que el mejor regalo que se le puede hacer a un escritor es que toda su obra esté disponible en vida en una buena edición. Muy sabiamente, Echevarría renunció a intentar abarcar en unos minutos toda la obra de Ferlosio y prefirió centrarse en dos puntos. En primer lugar destacó algo que ha dicho más de una vez el propio Ferlosio: que siempre se ha sentido una persona muy querida, algo por lo que está muy agradecido. Un rechazo implícito de la imagen de hombre hecho a sí mismo a base únicamente del trabajo y esfuerzo propios.
““¡Cómo os habéis equivocado siempre! Era al afán, al trabajo, al quebranto, a la fatiga; no al sosiego, ni a la holganza, ni al goce, ni a la hartura, a quienes teníais que haberles preguntado: «¿Para qué servís?»”.
R .S. F., Vendrán más años malos.
En segundo lugar se detuvo en la distinción que establece Ferlosio entre “tiempo adquisitivo” y “tiempo consuntivo”.
“En la “juridición de la” hambre, en el tiempo adquisitivo, de los valores, en el orden del destino, rige el principio burocrático de un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio.
(…) En el orden del carácter, en el reino de los bienes, en el tiempo consuntivo, allí donde la juridición de la hambre ha quedado suspendida”
R. S. Ferlosio, Carácter y destino.
Echevarría opuso la tensión del tiempo adquisitivo a la distensión del consuntivo y asoció este último a la forma como ha vivido su vida Ferlosio. La vida ociosa del patinador, nunca lineal, siempre en zigzag; la vida buena, la vida que merece la pena ser vivida a cualquier edad, incluidos los 90. Gratitud, cariño, respeto y admiración por Ferlosio y un buen conocimiento de su obra; eso es lo que transmitieron las palabras de Echevarría.
El Ministro de Educación, Cultura y Deporte y portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo y Montijo, barón de Claret, subió a la tarima como quien sube a un escenario y, de ese espacio común que había compartido con la directora general, recogió el lugar común sobre el rechazo de Ferlosio del papelón de escritor y con inconfundible y malograda intención humorística afirmó que hoy no se podía escapar. El ministro de Educación y Cultura hizo toda una declaración pública de intenciones cuando afirmó: “yo hoy no querría profundizar en su obra”.
“La forma de ser de la Jovencita consiste en no ser nada“
Tiqqun
Para que la cosa no fuera tan exagerada, citó el episodio de los babuinos mendicantes de El testimonio de Yarfoz, seguramente porque en algún momento Ferlosio la consideró la mejor de las suyas.
A continuación, el barón se puso agorero y citó estos versos de lord Byron (en inglés, “porque suena mejor”):
But I have lived, and have not lived in vain. My mind may loose its force, my blood is fire, And my frame perish even in conquering pain. Bur there is that that within me shall live Torture and Time and breathe when I expire.
Y en un triple salto mortal de la sinapsis, el portavoz del Gobierno conectó los babuinos con esa ranchera (no en vano fue distinguido con la Orden Mexicana del Águila Azteca), que dice:
“Por eso aún estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente”
Por nuestro bien, dijo, no iba a cantarla, pero, reconoció, ganas no le faltaban. Y nosotras nos preguntamos: ¿qué habría podido ser mejor que un ministro portavoz y barón subido a un escenario cantándole a Ferlosio una ranchera de Juan Gabriel? Absolutamente nada. El caso es que nos quedamos con ganas de su actuación, y parece que él mismo también, porque volvió a citar la ranchera (y de nuevo nos quedamos con ganas de jalearle para que se arrancara a cantarla, pero faltó el mezcal):
“Para que tú al volver no encuentres nada extraño y sea como ayer y nunca más dejarnos.”
Como ministro de Cultura y portavoz del Gobierno, Méndez de Vigo le dio a Ferlosio las gracias “en nombre de todos los españoles”, lo cual es una mentira más grande que la cola de un pavo real. Encaramado al escenario, el ministro, barón y portavoz cerró su intervención con un do de pecho final: “con Don Rafael, quien hoy aquí, sobre su cabeza, ha visto juntarse el gran arco de colores”. Y todos le sentimos tan a gusto como la jovencita deleitándonos con su vistoso plumaje.
“La Jovencita es la encarnación de los códigos del espectáculo.”
Tiqqun
Alguien de la organización (terrorista) decidió que era buena idea que, a continuación, leyera un fragmento de la obra de Ferlosio una actriz, como si estuviéramos ante un dramaturgo en vez de un gramático. La elegida fue Adriana Ozores, que debía de estar muy nerviosa, pues intentó repetidamente secarse el sudor de las manos en los pantalones con tal fruición que a punto estuvo de descubrir el fuego. Retomando los lugares comunes, la actriz hizo una lectura dramatizada del fragmento de los babuinos mendicantes (“el ministro me ha hecho spoiler”). Parece ser que a ella misma se le hizo el episodio muy largo, porque dijo algo así como ”no se preocupen, que lo que viene ahora es más corto”, lo que por un nanosegundo nos confundió, llevándonos a pensar que era ella la autora de la obra, y no Ferlosio, y que, en su calidad de autora-de-la-obra-de-Ferlosio, se disculpaba por extenderse tanto. Tras este error de matrix, leyó el fragmento del autómata de Querétaro, (parágrafo 26 de “Cuando la flecha está en el arco, tiene que partir”), cuya espada de madera cortó de un tajo súbito tópicos y despropósitos.
Si alguien se pregunta por qué tanta coincidencia en la elección de los fragmentos, siendo la obra de Ferlosio tan prolífica, nunca piense que es casualidad, sino consecuencia de la publicación, este mismo noviembre, del volumen Páginas escogidas, que, si bien redundante, es absolutamente necesario para quienes tienen que hacer el grotesco papelón en estos saraos. Afortunadamente, no hay mal que cien años dure y finalmente todo concluyó con la entrega de un ramo de flores al cumpleañero.
Una vez terminado el ultraje, se declaró abierta la veda para los canaperos profesionales con un catering after crisis.
Tras felicitar a Ferlosio, que permaneció apartado sentado con su nieta, y saludar a Demetria, llegó el turno de los atrevimientos. Nos atrevimos primero con Tomás Pollán, profesor de Filosofía de la UAM recientemente jubilado, amigo de Ferlosio y habitual de la tertulia semanal de la Prospe, quien nos contó que conoció a Ferlosio hace muchos años, cuando en una charla con Agustín García Calvo sobre la metáfora, él le hizo unas correcciones y Ferlosio se le acercó, le dio la razón y le pidió el teléfono -lo que, como dijo Miss Wonderly ya con el primer blanco en el pecho, es como ligar-, y así hasta hoy. Pollán nos dijo que ambos leen mucho juntos y que él lee todo lo de Ferlosio y cuando encuentra algo cursi se lo lee con tono cursi para que caiga en la cuenta, ante lo que Ferlosio se lleva las ambos a la cabeza y exclama ”¡pero si sueno a Ortega!” y Pollán le salva así, pues, de los peligros de la “bella página”.
A medida que corría el vino, Miss Wonderly fue encontrando más valor y se acercó a Ignacio Echevarría para decirle que su discurso había sido el mejor, lo cual era la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Entre los presentes estaba también el escritor leonés Andrés Trapiello, quien hace años le afeó el comportamiento a Javier Cercas por la mezcla que hizo en Soldados de Salamina de historia y ficción en lo referente a Sánchez Mazas, padre de Ferlosio, escritor, ministro de Franco y fundador de la Falange. Vimos también entre los ilustres a Fernando Sánchez Dragó, quien entrevistó a Ferlosio en RTVE en el programa Negro sobre blanco y le echó en cara ese vicio suyo de regodearse en la hipotaxis. Y a la escritora madrileña Belén Gopegui, compañera de editorial de Ferlosio, que ha publicado en Penguin Random House El comité de la noche (2014) y Quédate este día y esta noche conmigo (2017). Y a otros tantos rostros conocidos del mundo de la edición, el periodismo y la literatura: Máximo Pradera (sobrino de Ferlosio), Miguel Ángel Aguilar, Claudio López de Lamadrid, El Roto, Arcadi Espada, Féliz de Azúa.
A la salida, aprovechando la confusión y que nadie miraba, o eso creía ella, una señora robó uno de los libros de Ferlosio que estaban expuestos en la mesa de la entrada, modelo ejemplar de lectora y de invitada. Señora: la hemos visto y su hurto está grabado en vídeo por las cámaras del espacio Bertelsmann.
Y bajo el sol de invierno Miss Wonderly y yo nos fuimos paseando hasta el mercado de la paz (Ayala, 28), donde nos tomamos unos jugosos y generosos pinchos de tortilla en casa Dani. Con el alma apetitiva colmada de satisfacción, nos despedimos bajo el cielo de Madrid y antes de partir hacia el Norte sentí que hoy se cerraba una etapa, quizá porque recordé que la primera vez que llegué a la capital, en octubre de 2001, llegué del Norte directa a O’Donnell 10, a una entrevista de trabajo en la que entonces era la sede de Galaxia Gutenberg, hoy Bertelsmann. 16 años después, 26 trabajos después y miles de kilómetros después, ya no llego del Norte, sino del Caribe, y no vengo a buscar mi primer trabajo, sino a celebrar el cumpleaños número 90 de un gramático.
Y para no ser menos, ni más, que el señor ministro, vaya la última ranchera a la salud de Ferlosio:
“ojalá que te vaya bonito”.
Felicidades y salud, Rafael.
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Agradecimientos: a Charo de Pablo, de la librería internacional Pasajes, por la invitación, y a Pedro Gutiérrez Cruz, de Coria, por las fotos.
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