Daniel Lanois dió inicio a su concierto en el Teatro Lara de Madrid, entretejiendo sonidos con su steel guitar, esa especie de guitarra horizontal siempre presente en muchas de sus interpretaciones. Poco a poco fue generando un ambiente evocador y melancólico que nos fue introduciendo a su particular universo musical, en el que sus notas extrañamente bellas nos fueron conduciendo por un viaje sonoro inolvidable.
Tras el primer tema con su steel guitar, Daniel se dirige a la mesa en la cual estaban dispuestos otros de sus artefactos: consolas, monitores y ordenadores que hacían lucir el escenario como el centro de mandos de una nave espacial. Junto a él estaban sus dos compañeros de gira: un ayudante que seguía sus movimientos como una sombra y una chica que operaba la cámara de vídeo a través de la cual podíamos ver como trabajaban las manos de Lanois sobre sus controles.
Una vez ubicado en su cuadro de mandos, Lanois continuó con el segundo tema en el que poco a poco fue construyendo elegantes piezas de música electrónica, ricas en capas de sonidos sinuosos, entretejidos con una amplia selección de arreglos perfectamente incrustados. Escuchando sus piezas en vivo resulta evidente la razón por la cual ha logrado situarse como uno de los grandes productores de la música contemporánea. Su destreza técnica es impecable, la facilidad con la que iba mezclando todas las secuencias con la asistencia de su ayudante, que preparaba lo que parecían ser unas guías de ecualización, escaletas numéricas a partir de las cuales Daniel iba construyendo cada tema.
Por momentos podíamos ver en la pantalla imágenes de sus manos operando los controles. Veíamos cómo oprimía botones, giraba diales y accionaba pequeños dispositivos para ir construyendo en directo el arsenal de sonidos que germinan y crecen en cada una de sus composiciones. Es muy interesante ser testigos del proceso creativo que se genera en el cerebro de este músico canadiense, que nos va transmitiendo un montón de emociones a través de los sonidos que brotan de sus artefactos.
Así, tras una grata sesión de beats rítmicos que nos dispusieron para el baile, Lanois retomó aquel sonido tan narrativo, tan circunstancial, tan de banda sonora de cine fantástico muy característico de su trayectoria. Siempre mezclando secuencias, tejiendo metáforas sonoras que estimulaban nuestros sentidos y nos conducían a través de parajes imaginarios.
Lanois tenía todos sus sonidos dentro de aquellos artefactos y nos los iba entregando uno tras otro, entremezclando armonías para elevarnos a su dimensión particular. Fue alternando temas rítmicos con otros más detenidos, en los que retomaba esas distorsiones gelatinosas, que iba cortando con sonidos llenos de aristas, y que luego fusionaba de nuevo con esas melodías cálidas y de consistencia blanda, con las que iba construyendo cada uno de sus temas.
La suma de estos sonidos acompañados de las proyecciones de unas animaciones cuidadosamente diseñadas para complementarlos, nos sumergían en un estado místico y sinestésico hasta el final del concierto, momento en el que Lanois se dirigió al público, agradeciendo nuestra presencia allí y ofreciéndonos generosamente eso que él llamó “música del futuro”. Finalmente se despidió con el único tema en el que escuchamos su voz, una canción de cuna perfecta para cerrar su estimulante sesión de aquella noche. Nos cantó “The Maker” y nos dijo adiós.
Gracias Sr. Lanois, por llevarnos de viaje a su exquisita dimensión sonora.
Crónica: Concierto DANIEL LANOIS
Teatro Lara 28/04/17
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