Hay varios motivos por los que entendemos que Magical Girl es lo mejor que le ha pasado al cine español últimamente. Nos alegra su éxito en San Sebastian -concha de oro y concha de plata- y nos entristece que los Goya no le diesen el reconocimiento debido. En todo caso creemos que es una película lo bastante grande como para crecer ella solita en el boca a boca. De esas pelis que tienen una vida larga por delante.
Nos entusiasma su papel de Cenicienta: es una peli hecha con muy poco que ha llegado a lo más alto, por méritos propios. Ya Carlos Vermut se lo hizo muy bien con su primera película Diamond Flash. Pero la visión artística que en aquella apuntaba maneras florece aquí, en Magical Girl, cual dama de las camelias.
También es de notar que sea tan profundamente española. Está todo aquí: el flamenco, el bar, el paro, la envidia, el honor calderoniano, el calentón…
La diversión de Magical Girl empieza después de verla, cuando el cerebro empieza a mover las tuercas intentando digerir todas esas capas. ¿Podemos fiarnos de lo que estos personajes nos cuentan de sí mismos? No, en absoluto. No.
A partir de aquí juego solo con los que ya hayan visto la película, aunque no desvelaré spoiler. Cuando los guiones tienen una arquitectura tan compleja suele ayudar el juego de los dobles. Dos niñas, dos profesores. La seducción del enfermo a su cuidador: Alicia y su padre, Bárbara y su psiquiatra.
Más allá del envoltorio de drama burgués, que comienza con la aventura extramatrimonial, y apartando como una capa las llamativas vicisitudes que le ocurren a Bárbara -y es difícil pues la belleza y la interpretación de Bárbara Lennie hipnotizan- mi interés mayor es por el personaje de esta niña, la increíble Alicia. Interpretada por una asombrosa Lucía Pollán. La verdad es que todas las interpretaciones están excelentes, Luis Bermejo y Jose Sacristán lo bordan. La dirección de actores es una de las claves de la película.
Alicia devora el filme desde su posición mínima, hasta pienso que su personaje es la auténtica magical girl y no Bárbara. ¿Acaso no fue la cabecita de Alicia, alter ego de Alice Liddell, la que creó la Reina de corazones? Internet es el país de la nueva Alicia, que es a la vez niña y reina, descabezando barajas. Alicia podría ser una vuelta de tuerca sobre Lolita, el deseo del lolicon japonés. Este deseo es recibido por la mujer –Bárbara, cualquiera de nosotras- como una imposición para convertirse de nuevo en niña. Un deseo inconcreto fácil de traducir en seguida, en un salto que tan bien explicaba Foucault, en deseo por objetos: un bolsito, unos zapatos, vestidos baby doll. Y este es uno de los temas más interesantes en Magical Girl, el consumo por internet… a un clic. ¿Quién sería yo así vestida? ¿Cuánto me desearían? Deseo que nunca se acaba y necesitará siempre completarse en una pieza más. Deseo por el que una es capaz de enviar al ser querido a la perdición, como una pequeña lady Macbeth.
El mundo nuevo del dinero electrónico y el mundo viejo de los bares de barrio unidos por las mismos fantasmas que movieron siempre al drama: el deseo, el narcisismo. El tiempo lo dirá, pero Magical Girl suma cualidades para convertirse en un clásico. //Ms. W.
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