“En medio de la casa había un cuarto principal, con una mesa cuadrada cubierta por un tapete en relieve. En medio de esta mesa estaba siempre el aceite-vinagre, como si fuera lo más importante de la casa.
(…)
Otras habitaciones dignas de mención eran el baño y el cuarto de la criada. Este último estaba situado en la esquina del ángulo agudo. La criada era una mujer de unos cuarenta años, larga y flaca, y que llevaba siempre chichos en el pelo, menos los domingos cuando salía. Tenía muy poco pelo, y siempre se levantaba a media noche, con el camisón y una palmatoria, para mirarse al espejo. Y como se veía siempre tan fea, extendía los brazos y lo arañaba. Luego se volvía a la cama y dormía beatíficamente con una sonrisa en los labios. Se llamaba Silvestra, y la llamaban “Silve”, porque en Madrid no se decía ninguna palabra de más de dos sílabas.”
Rafael Sánchez Ferlosio, Industrias y andanzas de Alfanhuí.
Leave a Reply