A partir de la novela decimonónica El retrato de Dorian Gray, Carlos Be escribe y dirige Dorian, el retrato de un personaje sin límites. A su alrededor giran una serie de conquistas e individuos afectados de un modo u otro por su existencia. Situaciones, acciones y diálogos harán avanzar la historia provocando el disfrute máximo del espectador.
Y sin embargo no deja de ser una obra de personaje. El tratamiento que ya hizo Wilde de la vanidad, el arte y la obsesión es reflejado y emitido por este Dorian actual, en su carácter, en su destino y en el de los que sucumben a sus encantos.
Con esta premisa, lo que haga cada cual es asunto suyo. La obra no juzga, solo muestra.
Y lo establece parafraseando a Wilde:
“No hay libros morales o inmorales, hay libros bien o mal escritos”.
Estamos ante uno bueno, así que dejemos los juicios aparte. La obra permite entrar en un estado de placer propio de las grandes obras.
La intimidad hace que a uno le parezca estar solo con su deleite. El espectador se olvida de todo y contempla la ficción desde dentro, como si pudiera ser tocado, como si pudiera realmente ahí mismo enamorarse.
No quita que sea muy capaz de apreciar el magistral trabajo de todos sus artífices, señores actores, maravillosos. Pero la obra tira de nosotros hacia dentro sin piedad, sin tregua.
Dorian obsesionado, poderoso, egocéntrico. “¿Tú me amas?”, pregunta, provoca. Se alimenta del amor que él mismo crea y destruye: “No me salves, mátame”. De deseo, de placer.
En escenas ágiles, en personajes que se mueven buscando el placer, un placer elevado, convulso… ¿Artístico?. En realidad, asesinos y asesinados somos todos los amantes en sentido figurado. Pero en el clásico de Wilde las pasiones son consecuentes, y por ello tan definitivas.
Y la muerte real.
El retrato de Dorian Gray en las manos de Carlos Be es una elección maestra. Su prolífica personalidad arrasa en el panorama teatral menos oficial, con varias obras en cartel, llenando las salas más atípicas, inaugurando espacios, mereciendo con cada obra aplauso tras aplauso.
Su versión de Dorian es un insólito, potente homenaje a una historia de pasiones perversas y magníficas.
Los personajes de Dorian son los personajes de Carlos Be: su fórmula mágica para que cada producción sea mucho más que un acierto.
Dorian, de Carlos Be en La Pensión de las Pulgas.
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