En la taberna

Fermín es un camarero que lleva más de 30 años detrás de la barra de su taberna madrileña tirando cañas, poniendo vinos, tapas y menús del día. Es un camarero, aunque sea vecino, cuñado o hijo. Ha conocido a mucha gente a la que tiene en su cabeza como el que tiene una vida o una colección de fotos.

Últimamente viene a mediodía una señora nueva, -nueva para Fermín, porque la señora acumula en sus ojos tanto como Fermín en sus fotos-. Llega, le sonríe mientras le saluda y le pide un verdejo, por favor. Él le responde con la sonrisa escueta que regalan los camareros de toda la vida, buenos días, y le pone el vino con la tapa. Ella da un sorbo, come el pincho de tortilla, da otro sorbo, empieza con las aceitunas y se dedica a mirar al personal, -que menudo panorama para contemplar, piensa Fermín-, y así pasa el rato. Inevitablemente, alguno de los parroquianos acaba dirigiéndose a ella, haciéndole algún comentario de bar, que lo mismo da el asunto, el caso es salirse del vaso unos segundos, y ella responde breve y amable. Fermín no la ha oído más de dos o tres frases seguidas nunca.

Poco a poco, una o dos frases cada día, se han ido desvelando detalles sobre su horario, su trabajo, que tiene un perro, que vive en el barrio. Él nunca la ha visto fuera de la taberna.

Uno de estos días la señora ha pedido otro vino. Al tercero le ha invitado Fermín. Un tipo ha hecho un comentario que ha hecho reír a todos los que estaban cerca de la barra, y cuando un chico que estaba con sus amigos le ha dado la réplica, la señora se ha reído a mandíbula batiente, con lo seria que llevaba todo el rato. La cosa se ha ido alargando de manera natural y cuando tras un buen rato han parado de reírse de esa manera tan sedienta, Fermín ha invitado a todos a una ronda para brindar por los brillantes cómicos del barrio, qué haríamos sin ellos, dice ella, y sólo lo oye Fermín.

Henar Lanza
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“Puede parecer pavoroso,
pero es preciso caminar entre la geometría y la ternura,
entre el fuego del horror y la leve sabiduría respecto a lo que somos en el fondo, en la noche, en la taberna”.
José Luis Rodríguez García, Canto para el fin del milenio.