“Los automóviles de Madrid son europeos. Las bocinas son de Jericó. A su ruido nada se resiste.”
(…)
“Se oyen las bocinas de los automóviles, los timbres de los tranvías, la música atronadora del altavoz de un cinematógrafo, el grito de la vendedora de billetes de lotería, las voces de un vendedor de refrescos, otros vendedores ambulantes de insignias, corbatas y pañuelos, que anuncian su mercancía; se oye hasta el violín ronco de un ciego. Todos esos ruidos se confunden y se destacan del rumor total callejero. Como el silbido de la granada. La explosión, si la granada se aleja un poco, se pierde.
- Fíjese usted: no se nota el ruido de los proyectiles; no se diría que están bombardeando -hace observar un paseante a otro.
Este otro también es observador y contesta:
- ¡Nada! Que Madrid sigue siendo la ciudad más ruidosa del mundo. ¡El bombardeo apenas se oye!”
Corpus Barga, Paseos por Madrid.
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