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Crónicas

The Indian Queen

El doctor Purcell, superpongo

“Here lyes HENRY PURCELL, Esqr. who left this life and is gone to that blessed place [ie.Heaven] where only his harmony can be exceeded. Died 21 of November in the 37th year of his age, A.D. 1695”

No le dejes entrar en casa

Mujer, déjale entrar en casa

Cuando hace más de 300 años Henry Purcell murió envenenado o quizá congelado, raro destino, aún no había acabado de componer esta ópera que recupera el Real en versión de Peter Sellars. No sé si se puede decir versión, ya que se trata de un espectáculo tan personal, tan adaptado, que es más bien una obra nueva en la que la música original es una excusa a la que se superpone un nuevo sentido.

The Indian Queen es una aproximación a la conquista de América, vista desde el lado de una reina indígena, Teculihuatzin, que acabará llamándose Doña Luisa (otro destino raro) en virtud de su matrimonio con el español Pedro de Alvarado.
Los fragmentos que Purcell pudo completar se han combinado con otras canciones e himnos suyos, y la historia se ha hilado con extractos de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies, de Rosario Aguilar, en una puesta en escena bastante contrastada, que claramente da lugar a una obra nueva, más cerca, diré pasándome un poco, del spoken word que de lo teatral: estos textos, que a pesar de su lirismo soportan el avance dramático, son recitados por la actriz y cantante Maritxell Carrero, que finalmente se revelará como un personaje más, a pesar de su presencia siempre estática.

También acompañan a la acción cuatro bailarines, entre los que destaca por su gracia Takemi Kitamura. Su baile al compás de los vientos purcellianos deja una impresión similar a la de la lectura a la bartola de Keats, a los quince años, en un prado oxoniano (me imagino). Esta sensación de mundo verdadero que se escabulle ante nuestro afán es especialmente característica de la música de Purcell: parece que nos llega como al niño convaleciente que oye desde la cama el bullicio de sus amigos que celebran una fiesta en el jardín, o como al caballero febril que con la frente apoyada en la ventanilla del carruaje contempla la ciudad dorada que fulgura a pocas millas, demasiadas ya para él.

Y también al igual que el caballero Tristram Shandy se cuela en la película que Winterbottom le dedicó hace unos años, Henry Purcell aparece de vez en cuando entre los recitados más modernos que han servido para ofrecer su obra a nuevos públicos. El contraste entre el barroco inglés y el telurismo desgarrado es resultón y eficaz, aunque para mi gusto la obra se dilata demasiado. Los textos recitados son muy largos, quizá por la pretensión de dar sentido a una obra no acabada.

La médula de Nabokob

Nuestra médula espinal

Pero ¿era necesario cerrar tanto el sentido? Si en cuanto empieza a sonar la obertura de una ópera estamos ya preparados para una estilización de lo narrativo, que se irá delegando en elementos más expresivos, no es necesario que todo lo que se quiere decir se haga explícitamente. La médula espinal (“Es ahí donde tiene lugar el estremecimiento revelador”, dice Nabokov) añadirá lo que falte.

En todo caso, hay una adecuación entre forma y fondo, aunque sea lateral: esta historia de dos mundos (indígenas y conquistadores) que se encuentran y deben buscar la manera de entenderse, sin conseguirlo del todo, se cuenta precisamente alternando una partitura barroca y  unos textos del siglo XX que se ceden graciosamente la palabra, sin llegar a danzar al unísono.

Y para los aficionados que siempre están pensando en lo mismo, hablaremos de las voces. Esta ópera tiene el interés de contar con un papel para contratenor, el de Hunahpú, padre de Teculihuatzin, interpretado por Vince Yi. Él y el resto de los personajes defienden sus exóticos papeles con gracia, pero el verdadero esplendor llega con el coro, que es el de la Ópera de Perm, dirigida por Teodor Currentzis. Los coros de Purcell resonaban maravillosos en el Teatro, e incluso en las escenas en que debían cantar tumbados su canto llegaba nítido y emocionante a los espectadores, olvidadizos por un momento del desacuerdo que parece haber siempre entre el mundo cotidiano y el musical.

Este mismo coro, todo el elenco musical, con Currentzis a la cabeza, interpretarán además, el 18 de noviembre, una versión de concierto de Dido y Eneas, ópera que Purcell sí que pudo completar y que completa la programación de The Indian Queen.

Id a rendir honores a estas y otras reinas indias y ellas os invitarán a sus países, pues todas las obras de arte son embajadas del reino de la imaginación en el reino de lo encarnado.

 

The Indian Queen, semiópera en cinco actos y un prólogo con música de Henry Purcell y libreto de John Dryden, canciones e himnos de Henry Purcell con textos de Katherine Philips, George Herbert y otros,  y textos extraídos de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies, de Rosario Aguilar, traducidos por Edward Waters Hood, se representa en Madrid hasta el 19 de noviembre. El director musical es Teodor Currentzis, el director de escena Peter Sellars, la escenografía de Gronk y la coreografía de Christopher Williams. La interpretación es de MusicAeterna (el coro y la orquesta de la Ópera de Perm), y los personajes principales están interpretados por Vince Yi, Julia Bullock, Markus Brutscher, Nadine Koutcher y Noah Stewart.

Teatro Real | Plaza de Oriente s/n | 915160660
Horarios:
10 y 17 de noviembre a las 18.00 h. y 5, 6, 9, 13, 15  y 19 de noviembre a las 20:00.
Precios: 10€ – 269€ Venta de entradas.

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1 comment to The Indian Queen

  • eva

    The Indian Queen no es una ópera -primera frase de la crónica-, es una semiópera, es decir, teatro musical: obra de teatro en la que se interpolan grandes números musicales.
    Coincido con que “los textos recitados son muy largos”, especialmente en la primera parte del espectáculo del Real, pero no conozco a fondo el libreto original; discrepo con “la pretensión de dar sentido a una obra no acabada”, puesto que la música no constituye el “core” del teatro musical.
    No comparto tampoco la apreciación “estilización de lo narrativo, que se irá delegando en elementos más expresivos, no es necesario que todo lo que se quiere decir se haga explícitamente”, puesto que la ópera italiana barroca establece una férrea codificación, que además de implícita es muy explícita..y esta obra es deudora de lo italiano en lo vocal.
    Respecto a la vocalidad de los cantantes, “con un papel para contratenor”, claramente no es consonante con las prácticas de la época; otro asunto es cómo se decida hacer una puesta en escena vocal actualmente, ya que el “papel de contratenor” lo podía haber cantado una soprano…., además, en la representación de Madrid han cantado dos contratenores…

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