En nuestra sección de parecidos razonables, hoy: el bar español y la piscina colombiana.
Cualquiera que haya frecuentado los bares españoles habrá tenido la suerte de regalarse el sentido estético con mensajes de advertencia esmeradamente pintados en azulejos esmaltados -o escritos a boli bic en una servilleta de papel y pegados con esparadrapo-, que resumen las leyes de la naturaleza/bar: “prohibido subirse a las mesas”, “prohibido cantar y dar palmas”, “prohibido fumar porros” o, mi favorita, “prohibido escupir en el suelo”.
Al igual que la multitud alegre ignora lo que sabe el doctor Rieux, el turista desconoce que estos carteles más o menos currados por Gervasio, Beni, Fermín o como se llame el dueño del secular negocio con su secular grasa cayendo secularmente por las paredes de la cocina, son mensajes cifrados cuyo significado debe ser interpretado según el siguiente código:
- Si dice “prohibido fumar porros” es que ese es un bar de porretas. Impepinable.
- Si dice “prohibido cantar y bailar” es que cuando los parroquianos se hayan calentado lo suficiente el gaznate con el morapio, se van a arrancar por el palo que más les provoque, que será también el que más provoque a los vecinos del primero.
- Si dice “prohibido subirse a las mesas” es que, en el calor del cante, el más artista se va a encaramar a una mesa para marcarse un zapateado que, según su grado de borrachera, acabará en a) actuación estelar aplaudida y ovacionada por los parroquianos presentes, más borrachos si cabe que el bailaor espontáneo, único motivo por el cual no están ellos también subidos a la mesa, o b) caída y contusión severa acompañada de un cagüendiós del lesionado y/o del dueño del respetable negocio.
- Y si dice “prohibido escupir en el suelo” hay que interpretar: “no escupa en el suelo, que altera el equilibrio del mullido a la par que crujiente tapizado orgánico de cabezas de gamba, escupa en la copa del de al lado cuando se levante al baño, total, el vino de la casa es tan malo que con la mezcla sólo puede mejorar”.
Todo muy Eduardo Mendoza.
Pues bien.
En Barranquilla no hay bares, lo cual, además de desesperante y aburrido, nos tiene más abstemias que los nueve meses pasados en el útero materno.
Sin embargo, sí hay carteles de esos de “te digo prohibido por no llamarte Rodrigo”. Pero, ¿dónde están esos carteles, si acá no hay bares?
En las piscinas de los conjuntos residenciales:
Y para que vean que no es un recorte descontextualizado, ahí va la vista panorámica:
Esta ronda la paga la casa: lean de nuevo aquel párrafo de Juan Cárdenas en Los estratos:
“Qué bonita el agua. Imagínese que yo vengo una noche bien tarde, como a esta hora, vengo con una peladita, claro, y le digo mami, vamos a bañarnos aquí bien bacano. Sonrío y le contesto que si hiciera algo así vendría otro vigilante y lo sacaría a tiros de la piscina. ¿A mí? No, yo no me dejo. Yo traigo mi fierrito también y si quieren bala, les doy. Imagínese yo aquí dándome bala con mis compañeros y la hembra gritando en la piscina y yo ta-ta-ta-ta, gonorreas, por sapos, me los voy bajando uno por uno. Gonorreas. Y el agua toda azulita se mancha de sangre y yo ahí metido como diciendo hijueputas, cómo es conmigo pues, y la hembra dizque sos mi héroe, papito, pailas”.
En el punto F, pone prohibido ingresar “filósofos” jejeej
Hay los osos amorosos y hay los filósofos filosos.
laolla de la olla