El 18 de julio del 2013 fue el aniversario del intento de golpe de estado del ejército contra el gobierno español en 1936 que dio origen a nuestra guerra civil. Coincidió con una fuerte protesta por la corrupción política. La protesta convocaba en diferentes puntos de España a una barbacoa de chorizos frente a la sede del PP, el partido en el gobierno. Chorizo, como saben, es un embutido que está bastante rico cuando se asa en barbacoa. Chorizo según la RAE es un vulgarismo para ratero, descuidero, ladronzuelo. La RAE admite también el verbo chorizar.
Mucha gente se enfadó por la frivolidad de la convocatoria. A otra gente, en cambio le hizo gracia. En realidad lo de la barbacoa fue un argumento retórico, una excusa lúdica para convocar la manifestación. Hace mucho calor, hace mucho paro y hace mucha desmotivación. El caso es que la idea tuvo éxito y había bastante gente allí, en los alrededores de la calle Génova. De hecho parecía que nadie había traído chorizos. Pero guiándome por el olfato pude encontrar a unos valientes que decidieron llevar la metáfora a unos reales chorizos con pan. Allí estaban con el camping gas, dándolo todo. Me zampé uno, por curiosidad científica y sí, ese chorizo sabía a república.
La manifestación llenaba la plaza de Alonso Martínez y la calle Hortaleza, bajó por la Gran Vía y ya de noche llegó a Cibeles. Si bien hay indignación por los recientes sucesos de financiación ilegal del PP, eso es más bien el detonante. Se gritaron consignas contra el total de los partidos políticos: “PSOE y PP la misma mierda es”, por ejemplo. Alguien gritó entonces “Y UPyD” y otra voz gritó “Y Izquierda Unida”. La casta política es, en mi opinión, el objeto profundo de las protestas. El problema es sístemico: un sistema de partidos que se ha anquilosado y se está devorando a sí mismo.
Volvamos al pasado, a ese 18 de julio del 36. Este pronunciamiento del ejército tuvo un éxito parcial, en parte de España sí, y en parte no.
Parte del fracaso del Alzamiento Nacional - así lo llamaron- se debió a que en el propio ejército había disidentes, leales al gobierno de la república. El gobierno se defendió con ayuda de estos leales del ejército, como también con milicias de diverso origen e ideología y llegaron incluso a dar armas al pueblo.
Esto fue lo que ocurrió en Madrid, por ejemplo, en el famoso Asalto al Cuartel de la Montaña. Es la batalla que decidió el destino de Madrid, con qué bando estaba. El cuartel se levantaba donde hoy está el Templo de Debod. El general Fanjul (sí, tiene una avenida), leal al Alzamiento, llegó al cuartel el 19 de julio y se encerró allí. La importancia del cuartel se debía a que tenían allí 60.000 cerrojos de fusil. Estos cerrojos servían para armar otros tantos fusiles mauser, que se guardaban por separado en otro lugar, precisamente por seguridad. El gobierno tenía pues los fusiles, pero no los cerrojos. El general se negó a entregarlos. Así que atacó el cuartel un peculiar y anárquico ejército: mineros asturianos llegados en tren el día antes, obreros de la CNT, comunistas, miembros de UGT, milicias socialistas, miembros de la guardia civil… Había mujeres y también gentes de toda ralea, con armas estrafalarias. Un sindios fue aquello y el teniente Urbano que comandaba el asalto desde la calle Ferraz no pudo contener a las turbas: la cosa acabó con defenestraciones, palabra que no tenía claro yo lo que significaba: tirar a gente por la ventana.
Con estas y otras escaramuzas hubo odio, tristeza y una guerra civil que se prolongó tres años. Finalmente el ejército consiguió su objetivo inicial: tomar el poder e instaurar una dictadura. En su propio ajedrez interno quien tomó el poder fue Francisco Franco.
Franco murió de muerte natural, no lo derribó nadie… Y el poder pasó a aquel a quien Franco había nombrado su sucesor: Juan Carlos I. Franco se saltó al padre del rey, Juan, quien tuvo que abdicar obligado en su hijo. Franco quiso ser un Pigmalion, moldear un heredero a su gusto y se trajo al príncipe con diez añitos para educarlo en España. Ese es el origen de nuestra extrañísima constitución de 1978. Con artículos sangrantes y estrafalarios como “La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad” que quiere decir que el rey no puede ser juzgado, aunque cometa algún delito. O eso otro de preferir “el varón a la mujer” en la línea sucesoria.
Así que Franco sigue estando legitimado, a través de sus absurdos herederos. Quien crea que no es así, y que todo esto es agua pasada, puede consultar esta anécdota recientísima del mundo del arte, tan reciente que la sentencia ha salido anteayer, el miércoles 17. La Fundación Francisco Franco ha llevado a juicio a Eugenio Merino por presentar en ARCO una escultura realista de Franco metida en una nevera. La postura de la dirección de ARCO fue un vergonzoso y acojonado silencio, sin defender al artista, dejando como única voz representativa de su postura oficial a Álvarez del Manzano, ex-alcalde de Madrid y director del IFEMA. Manzano escribió una carta a la Fundación declarando que comprendía su malestar y que la obra era “una indignidad”. Eugenio Merino ha resultado absuelto, el miércoles 17, lo que nos da esperanzas en el sistema judicial.
¿Por qué hacer este viaje del 18 de julio del 36 al 18 de julio del 2013? Amigos, porque las cosas no suceden porque sí. Estamos pero que muy unidos a nuestro pasado. Todo sucede en las mismas calles. La generación del 36 peleó lo suyo, pero uno y otro bando sufrieron tanto y nos contaron historias tan terribles que decidimos que la paz era mejor que cualquier cosa. Pero quizás nos fuimos al otro extremo, al cogerle tanto miedo a la violencia. Un pueblo tiene su psique y en la nuestra nunca hemos matado al padre. Al menos esta generación, la de la democracia. Y nuestros padres, los políticos, se ríen de nosotros y nos tratan como a niños abobaos.
Bravo!!!
Ay. Grasias