Lo siniestro tiene -necesariamente- que ver con lo cotidiano. Si no existiesen esas reglas que rigen nuestra rutina nada podría perturbarlas, y es en la distorsión de esas ondas donde campan a sus anchas los fantasmas que nos asuelan.
El muro que separa lo normal de lo paranormal está construido también por nuestra propia mirada y, en muchas ocasiones, por la capacidad del que narra para manifestar esa extrañeza que ha percibido: el principio de la alucinación colectiva.
La capacidad del jovencísimo autor Matías Candeira para explicar lo ajeno es una lente que absorbe luz y devuelve oscuridad. Una auténtica cámara oscura donde se afilan los cuchillos del subconsciente, esos que nos obligan a correr con los ojos cerrados.
Por algún motivo difícil de hallar la prosa de Candeira no es para todos los públicos. Su uso del lenguaje es denso y resulta un autor arriesgado, cuyas experimentaciones, sin romper en ningún caso el devenir de la narrativa, suponen un esfuerzo considerable para el lector.
En realidad, creo que es ahí mismo donde nace la magia de estos relatos que nos ocupan. En el modo en que el tiempo se extiende libremente, ahogando una situación de extrañamiento inesperada, que narcotiza y agota a partes iguales: el hombre que trata de dibujar a su hijo, la querencia por el abismo -esa tan transitada por Poe- y, muy especialmente, la idea de retorno. La visita inesperada de algunos fantasmas.
Resulta difícil no sentirse cómplice de ese último relato en el que un muerto se levanta de su tumba para enfrentar a los vivos cara a cara con el otro lado. Una historia con un tratamiento tan realista y disparatado al mismo tiempo que termina por resultar cómica. Una especie de buddy-movie de zombies y humanos que nos ofrece otra perspectiva de la obra completa porque, a través de ella, entendemos también la cantidad de humor que esconden sus páginas.
Risas enlatadas, siempre algo a destiempo, porque no parecen posibles en ese ambiente tan ajeno.
El humor de los otros, como si el barquero empezase a contar chistes camino al infierno.
Habita también, en este y otros relatos, la doble mirada de la ironía, aquella que siempre denota la inteligencia del que piensa dos veces y la intención de captar el tiempo detenido.
Candeira posee también esa terrible habilidad de prolongar el momento de oscuridad del mismo modo en que lo hacen los sinfonistas de cuerda, obligados a frotar trabajosamente los instrumentos, dosificando la energía para mantener vivo el sonido. Generando esa sensación hueca del desasosiego.
Todo irá bien tiene, además, el atractivo de poseer dos de las más agradecidas características de la editorial Salto de Página: juventud y una cierta querencia por el misterio o la ciencia ficción de extrema calidad. Por otro lado, no se trata de una pieza fácil o difícil, sino ajena, donde caminamos palpando las paredes sin saber dónde se encuentran los interruptores.
Un salto por la ventana de un hogar al que ya no podremos volver a entrar con la misma seguridad de antaño.
Las llaves de una casa maldita, que todavía nos resulta familiar pero ya no es la nuestra.
Todo irá bien. Matías Candeira. Editorial Salto de Página, 2013. Enlace
Leave a Reply