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Crónicas

Las verbenas y los sound systems

No cabe duda de que la Costa Caribe colombiana es el epicentro del sound system ejercido como tal y uno de los puntos geográficos más importantes cuando de safari musical se trata.

Encumbradas como las fiestas gigantes de la música popular, las verbenas acapararon murmullos de admiración entre los aficionados, bailarines y melómanos asistentes, porque no solo convirtieron al selector sonoro en el más fiel intermediario entre público y música, sino que marcaron el momento preciso de poner en práctica la destrucción de parámetros rítmicos rompiendo barreras de géneros, liderando un entorno propio con un único objetivo: el baile sin ningún tipo de complejos.

Desde que iniciaron en la época de los setenta, las verbenas fueron respaldadas por poderosos artefactos sónicos decorados con las más increíbles evocaciones esteticistas que el pulso humano haya podido lograr: los picós. Unas apabullantes cajas parlantes de belleza inigualable y ajuste orquestal dinámico cuyos experimentos estereofónicos llegan al alma de quienes los veneramos.

En términos de orientación musical, las verbenas lograron convertir las pistas de baile en verdaderos hervideros, incorporando cualquier sonido, sea cual sea su procedencia, configurando así una arquitectura melódica y rítmica de canciones contundentes, acompañadas de un sinnúmero de cuñas (placas) convertidas en manifiestos entusiastas de batalla.

En el polivalente y siempre inspirado temario verbenero, ha habido rastros de rock, disco, cumbia, hip hop, salsa, champeta (africana y criolla), ragga, vallenato de la vieja escuela, funk, new wave e incluso melodías románticas y folclor árabe. Un collage sonoro de paisajes africanos, atmósferas asiáticas y rarezas latinas que coincidían en la formulación de un concepto musical que hoy, cuatro décadas después, sigue vigente y con ganas de prolongarse más aún en toda la galaxia.

Tensar lo más sobrecogedor y siempre vanguardista de la música afro-antillana y el jaleo latinoamericano, destacando el papel que tal labor ejerce por encima de los protagonismos individuales de quien la presenta al público, hace del seleccionador un elemento de suma importancia en la ejecución del bembé y el goce, es decir, esa perfecta sintonía que pueda lograrse entre bailarines y escuchas en potencia y los sonidos que harán de las baldosas un container de cemento triturado, harán del dj un verdadero relacionista público.

Barranquilla y Cartagena, dos ciudades convertidas en verdaderos templos verbeneros, donde la militancia de los sonidos más evocadores impera, recreando un amplio catálogo de fiestas y bailes, sabiamente compensados entre viejas glorias picoteras y algunos jóvenes talentos de oídos arriesgados, apartados del estereotipo pinchadiscos superestrella, haciendo sudar y, por qué no, escuchar a generaciones de ideales diferentes y costumbres completamente distintas.

Aquí se construyó el más preciado y sólido de los legados, el más imaginativo, congruente y universal elogio jamás dado al corazón de la música, un largo cuento de maravillosas canciones que van más allá de una faceta disecadora de la vida cotidiana y una fecunda inspiración melódica. La agudeza critica y ese brillante eclecticismo sin reglas, convierten a nuestra adorada verbena en objeto preciado de culto y punto de referencia obligado para juerguistas aficionados.

Los invito a hacer parte de esta aventura fascinante, de gran envergadura y epitomizados temas inmortales, homenajeando al barrio y al sistema de sonido de vocación sincera, ausente de pretensiones y profesando devoción a un único elemento: la música.

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1 comment to Las verbenas y los sound systems

  • Jesús Fuentes.

    Partiendo de la incredulidad que ofrecen las religiones y aquellos encargados de organizar las soluciones de los problemas mentales, la música se presenta como esa herramienta para entrar al exorcismo de aquellos demonios que cuelgan de nuestra conciencia, de qué manera lo hace la champeta y los picós, generando un baile que tenga el valor del credo, o de algún fármaco dependiente; generando consigo una secta que busca detrás del baile liberarse. Curiosamente de las mejores definiciones que me he topado de este genero que al principio no es tan fácil y genera un tipo de complejidad para diferir de la literatura que se ha generado a partir de una verbena provista de la dificultad para ingresar y la segregación de esta a partir de la marginalidad en la que está envuelta como un porro en una rila de carburación lenta.
    No es muy fácil de entender al principio que es la champeta, qué es la verbena, aunque el carácter de la música es tan universal que una de las definiciones más satisfactorias que he leído es de Richard Strauss, pero qué tendría de relación un vals de Strauss con la champeta, con Colombia, con Barranquilla, y que realmente engrane casi que perfectamente, cosa que me causó una grata impresión al leer una pagina de La viena de Wittgenstein encontré esto :
    “Africano y de sangre caliente, loco por la vida…, incansable, desprovisto de belleza, apasionado…, exorciza para que salgan de nuestros cuerpos los diablos inicuos y lo hace con valses, que son el exorcismo moderno…, capturando nuestros sentidos en dulce trance. Típicamente africana es la manera como dirige sus bailes; sus propios miembros ya no le pertenecen cuando se desata el reso­nante tronerio de su vals; el arco del violín baila con sus brazos…, el movimiento musical anima sus pies; la melodía tremola ante su faz vasos de champaña y el diablo está fuera… Poder peligroso ha sido puesto en las manos de este hombre oscuro; que se considere con suerte por el hecho de que respecto a la música se pueden tener toda clase de pensamientos, por el hecho de que la censura nada puede hacer con los valses, por el hecho de que la música estimula directamente, y no por el conducto del pensamiento, nuestras emociones… Cual bacantes val­san las parejas…, se desata la lujuria. No hay Dios que los contenga”, esto es la champeta.

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