15M Reloaded

Por Carmen Haro, en 11 May, 2012

No estaba muerto, ni estaba de parranda. Alguna caña ha caído pero no las suficientes para cerrarle los ojos. Un año después del 15M hacemos un recorrido por la evolución del movimiento.

Muchos lo quieren muerto y han puesto precio a sus cabezas. Ignoran que es un monstruo rizomático y que por muchas decapitaciones que sufra no acabarán con él. Pero la lucha es en varios frentes y los que lo quieren muerto conocen alguno de sus puntos débiles. Criminalizar el movimiento es uno de ellos. Por eso preparan el escenario de la contienda en el fin de semana de su aniversario (#12M15M). Se celebra mundialmente el inicio de un movimiento que consiguió que políticos y periodistas oyeran, por fin, las demandas de la ciudadanía.

Las oyeron pero no las escucharon. Y el blindaje continúa. Su estrategia se basa en el discurso del terror pero gran parte de la sociedad ya no tiene miedo. Las voces del 15M calaron tanto en activistas tradicionales como en ciudadanos paralizados, iniciándose así un proceso de cambio de conciencia social del que todavía no somos conscientes.

¿O sí?

Te presto un recuerdo inventado. Es mayo de 2011, paseas por el centro de Madrid y en una plaza encuentras un grupo de personas de diferentes edades y estéticas, en silencio, agitando las manos en alto. Frente a ellos una sola persona habla por un megáfono. Piensas: “¿Qué es esto? ¿Una flash-mob, una performance? ¿un mitin? ¿Qué están vendiendo?

Si has paseado por el centro de Madrid en los últimos 365 días esta imagen ya es familiar para ti. Sabes que lo que se estaba produciendo en esa plaza era una asamblea. Quizás te hayas animado a participar en alguna. Habrás aprendido entonces que el diálogo funciona por la fuerza de los argumentos, no por el volumen de la voz. Que la mayoría no siempre tiene la razón y que alcanzar un consenso es más duro que votar, pero más justo.

Participar políticamente requiere un proceso de aprendizaje y las plazas a lo largo de este año han sido la escuela. La primera lección fue que el espacio público es Nuestro (de todas y todos). Luego se reinventó el dicho de que varias cabezas piensan mejor que una y que la suma de individualidades no es incompatible con la idea de comunidad.

Se empezó a hablar intensamente de economía y de política. Y se fue extendiendo la idea de que el debate cerrado de políticos y expertos era una farsa. Todo es mucho más sencillo. Y se comprobaba al ver cómo las conversaciones de bar saltaban a los titulares. En una semana, las demandas más lógicas cruzadas entre cervezas aparecían reflejadas en los medios. Y desde allí saltaban a los debates políticos.

Se iban desencadenando escenas surrealistas como escuchar a Esperanza Aguirre hablar de la dación en pago, a las abuelas justificar la okupación de una vivienda por una familia desahuciada o un encuentro entre peregrinos del JMJ e indignados intercambiando puntos de vista pacíficamente. En paralelo, se visibilizaban colectivos que llevaban años trabajando localmente para contrarrestar y denunciar los fallos del sistema y aparecían muchos otros nuevos. Así, una parte importante de la ciudadanía llegó a la conclusión de que esto “sólo se arregla sin ellos”.

La solución parte del encuentro. La recuperación del espacio público como lugar de intercambio, debate y participación ha sido uno de los puntos clave para la consolidación del movimiento. Por eso la celebración de este fin de semana no se limita a una gran manifestación, sino que se quiere volver a las plazas para tratar los temas que nos afectan colectivamente.

Se vuelve a unas plazas que nunca se han abandonado. Varios colectivos, comisiones, organizaciones y asambleas de barrio han mantenido allí sus reuniones durante el último año. En el centro de Madrid, podemos asistir a asambleas semanales en la plaza del Dos de Mayo, el Carmen, Jacinto Benavente y la misma puerta del Sol, entre muchas otras. Pero el movimiento también ha cristalizado en espacios abandonados recuperados para la ciudadanía como los solares Esta es una plaza en Lavapiés, o El Campo de la Cebada en la Latina. Allí se organizan múltiples actividades como cines de barrio, festivales de teatro, conciertos y diversidad de talleres para adultos y niños. Lugares donde se tejen relaciones de afecto y colaboración entre los vecinos. Una función básica que también cumplen los Centros Sociales Autogestionados como La Tabacalera de Lavapiés, Casablanca o el Patio Maravillas. En el último año, han aparecido otros siete nuevos CSA que se unen a la larga lista de edificios fantasmas transformados en espacios de colaboración y regeneración social.

Contribuir al cambio es encontrarse, construir juntos. Disfrutar de los espacios comunes, de la cultura libre, de las conversaciones ricas y de las cañas al sol.

Secuencia de fotografías: El comienzo del 15M -crónica gráfica desde el 16M, por Pablo Zapata.