La última vez que las sardinas de La playa de Madrid vimos a José Luis Sampedro estaba hablando delante de un elefante rosa. Así lo recordamos mientras agradecía el premio Leyenda que el gremio de libreros de Madrid le concedió a finales de 2011.
“Cuando supe lo del premio confieso que mi primera reacción fue de estupefacción. Fue casi como el hombre que va a una manifestación, alguien tira un ladrillo, le da a él y dice, “pero hombre, ¿por qué yo?”
A sus más de 90 años se empeñó en hablar de pie porque, confesó, cuando le comenzaran a temblar las piernas sabría que era momento de guardar silencio. A los libreros que éramos por entonces nos contó anécdotas de su vida, de su penosa etapa como incapaz vendedor de enciclopedias, de la salud que buscaba en librerías y farmacias, de una librería de viejo en San Bernardo en la que se entraba por la Estrella y se salía por la Luna (o viceversa), de la librería Española de Tánger y de su librero, que le regaló un Pinocho, de sus preferencias en cuestión de librerías y libreras…
Sin que nadie le preguntara se arrancó a perorar sobre el e-book. Se reconoció preocupado por el hecho de que semejante artefacto hubiera sido bautizado con el nombre de tableta, inexorablemente asociada al chocolate.
“Jamás en mi vida podré leer en tableta. Menos mal que me queda poco y por tanto podré cumplir con mi palabra, porque la tragedia futura sería leer con tableta, para mí eso sería espantoso”.
Acto seguido hizo una defensa de la sensualidad y la voluptuosidad del libro, de los libros cuyo lomo da gusto acariciar y cuyas páginas aletean y se curvan al contacto de los dedos.
“¡Pero cojan una tableta!: se aprieta un botón y salta una página, se aprieta otra vez el botón y salta otra página… ¡eso no es decente!”
Fascina que alguien que soportó a España casi un siglo aún conservara el buen humor. Qué mejor marco para recordarlo que junto a Pomelo, un elefante rosa y de huerta que aquel día, un frío 15 de noviembre de 2011, recogía con la trompa el premio al mejor álbum ilustrado y del que desde entones fuimos fans declarados.
Agustín García Calvo, José Luis Sampedro…, nos quedamos sin heterodoxos. Ferlosio, no te mueras nunca.
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