Si yo fuera una duquesita estaría todo el día comiendo pestiños: sería muy gordita y ahí le den dos duros al pueblo llano, castigado con dietas.
La duquesita, en este caso, tiene linda cintura: Es un hada de alabastro que congela el tiempo, ayudada por botes de caramelos y anguilas de mazapán.
El local abrió en 1914 y cerro los ojos para no ver la revolución industrial: todo es artesano. Esos sabores que permanecen iguales durante casi cien años, te convierten en voyeur del paladar de tantos madrileños ya muertos y olvidados. Disfrutando el mismísimo dulce que gente que iba en coche de caballos.
Era un mundo con otras calidades y otros sabores, previos al bajón que trajo el siglo XXI : La pasta de almendra no es lo mismo que batata, el cacao no es lo mismo que grasa azucarada de color negro. Nos hemos dejao avasallar, y ahora vivimos en el simulacro gastronómico.
Al menos esta pastelería tiene la gran virtud de ser lo que promete. Y es un reto, porque su escaparate, su mostrador, su techo, sus columnas prometen mucho. Cuando el sol centellea en el cristal, otros sentidos que no son el gusto empezarán a salivar.
*Actualización: Parece ser que nos hemos quedado sin Duquesita, han cerrado por jubilación.
La Duquesita, Fernando VI 2 | 913 08 02 31
Horarios:
Mañanas M-V 9.30-14.30 | S 9.30-14.00 | D 9.30-15.00
Tardes M-D 17.00-21.00
Precios: Merlitón 1,5 €, Bartolillo 1,90€, Naranjines y guindas de chocolate 12 € 1/4 Kilo.
[...] ni es nada turística, es decir, no tiene maderas nobles y cristaleras centenarias al estilo de La Duquesita, pese a haberse abierto veinticuatro años antes. En definitiva, para nada van de guais. Este es un [...]